Estoy en un momento del año en el que
todo (o casi) se centra en los libros: el comienzo de la Feria del Libro, evento que me devora porque me encanta o me
entusiasma porque me embarga, ha supuesto ya para mí muchas horas de trabajo,
de dedicación, de pensar e imaginar, de tratar de desarrollar (siempre en
equipo, claro) productos y técnicas que nos permitan dar a conocer al público
nuestros libros (los de mi editorial). Por otra parte, la primavera es, al
menos para nosotros, tiempo de mayor actividad, no tanto en producción, que
también, como en promoción y organización de eventos. Esta misma semana hemos
presentado, en la FNAC, una de
nuestras últimas novedades, de la que luego hablaré. Por otro lado, esta
actividad «librera» (ferias, presentaciones, etc.) me
recuerda que tengo un libro a medias (por escribir, por leer tengo varios) que
no sé cuándo voy a lograr terminar. Se necesita tiempo y serenidad para
sentarse delante del ordenador y enfrentarse no al folio blanco que aparece en
el insolente güord, sino a la frase-cita asesora para construir una segunda
entrega de Momentos de sabiduría, que tan bien sigue funcionando y tantas
alegrías me ha proporcionado.
Vamos con la presentación. El libro se
titula Mamá, ¿Dios es verde? Y es una conversación entretenidísima
entre la autora, Mª Ángeles López Romero,
periodista, escritora, sevillana, sonrisa, amiga, que todo eso es, y su hijo Miguel. En la presentación, con ella, el
escritor, periodista, sacerdote, jesuita, Pedro
Miguel Lamet, autor de sobra conocido que acaba de presentar una biografía
del Padre Llanos que lo ha puesto en
los titulares de todos los periódicos. También Luis Fernando Vílchez, profesor universitario, psicólogo, amigo de
la casa (San Pablo), muy buena
gente, y el cantante Migueli, un
cantautor cristiano simpático y dicharachero, que tiene gracia y buen oído,
aunque reconozco que su música no es precisamente mi estilo predilecto. Y Anne Igartiburu, bellísima, mucho más
que en la tele, que ya es decir, encantadora, dulce, amable, inteligente,
contundente en sus afirmaciones, valiente, dando testimonio de fe y de coraje.
Tela. La presentación estuvo muy bien. Entre el público, había periodistas del
gremio religioso, miembros de la curia de al menos dos congregaciones
religiosas, ancianos, niños, jóvenes de mediana edad (como la mía, más o
menos)… De todo un poco, vamos.
El libro está fantástico (se nota con un
vistazo rápido, aunque no lo he leído entero aún; caerá), y aunque sé que habrá
cosas en las que no coincida con la autora, que es mucho más moderna que yo,
que soy del siglo XIX (y no sólo en materia de tecnología…), sí sé que en las
dos realidades principales que señala el libro coincido plenamente: Dios y el
sentido del humor son dos realidades fundamentales en la vida del ser humano.
No voy a comentar una frase-cita de ella, pues tenía otra cosa prevista, pero
no puedo dejar de mencionar algo que dijo el otro día en su intervención y que
me gustó mucho:
«Nombramos demasiadas veces a Dios por su nombre de pila en lugar de mostrar
más sus apellidos: justicia, paz, compasión, libertad…». (Mª Ángeles
López Romero).
Sí, López, querida, tienes razón en lo que dices. Pero… Recuerdo que en
tiempos de colegial, mis amigos y compañeros me llamaban por teléfono y
preguntaban: ¿Está Santos? Y entonces se ponía mi padre, luego mi hermano
Ángel, luego mi hermano Nacho, luego mi hermano Jorge… Hasta que se aprendieron
mi nombre. Quiero decir con esto que no todos los que llevan los dignísimos y
maravillosos apellidos Justicia, Paz, Compasión, Libertad... son Dios Justicia,
Dios Paz, Dios Compasión, Dios Libertad… Porque Dios, que es Amor, aporta
precisamente eso a sus apellidos: DiosAmor Justicia, DiosAmor Paz, DiosAmor
Compasión, DiosAmor Libertad…
Vaya, para no haber
querido comentar tu frase-cita, en un solo párrafo me ha salido casi una tesis…
Sigo diciendo, nonostante, que tienes razón en lo que dices: muchas veces
utilizamos el nombre de Dios, sin sus apellidos, arriegándonos incluso a
desposeerlo de su sinonimia Amor. Y eso no es bueno. Porque hay que nombrar, y
mostrar, a Dios al completo. Y como has hecho tú: con respeto, con humor, con
entusiasmo. Espero poder hablar algún día contigo de esto, con una caña y unas
aceitunas, o con dos cañas, unas aceitunas y unas patatas fritas, o…
Pues ya no sé si poner
la frase-cita que tenía prevista, y comentarla, porque me va a quedar una
entrada larguísima en el blog. Intentaré ser breve en el despiece de este
pensamiento, pues.
«Si no plantamos el
árbol de la sabiduría cuando jóvenes, no podrá prestarnos su sombra en la vejez»
(Chesterfield).
Este señor, que es conde
y lord a la vez (Condelord, o Lord con D), viene a decir a los jóvenes eso que
mi abuela decía con un ¡Vaaamos! y otra mucha gente dice con un ¡Espabila! Esto
es, que si eres joven y no te pones las pilas y te calzas las zapatillas de
aprender corriendo, te vas a quedar achicharrado de mayor, porque todos te van
a brear, a asar, a freír y a desplumar, hasta dejarte sin sombra. Que no te
puedes quedar seis años en primero de carrera, ni quedarte estudiando todo el
año sin mirar una sola vez los muslos de una chica, ni pasarte el día pensando
en que la camiseta más mona no es la que llevas puesta, ni andar toda la vida
esperando la paga y que tu madre te organice el cajón de los calzoncillos, ni…
¡Espabila!
Yo no lo hice, y mira,
así me va en la edad esa que muchos ya consideráis vejez: somos mayores para
estar solteros, mayores para que nadie quiera ligar con nosotros, mayores para
que nadie quiera contratarnos, mayores para andar haciendo tonterías por la
calle, mayores para inflitrarnos en un botellón (ni ganas), mayores para
comprarnos ropa en determinadas tiendas, mayores… Bueno, pues mayor y todo,
mira: no planté en mi primera juventud toda la saiburía que debí plantar y ahora
tengo una sabiduría tan chiquitita que no da sombra: ocho centímetros de ancho
por once y medio de alto…, y además sólo da sabiduría por momentos, o en
determinados momentos, o en algunos momentos, o…
Ya lo sabes: espabila. Y
si quieres sembrar sabiduría, yo te puedo recomendar un sitio donde te dan una
poca, a ratitos…
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