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Una mirada al pasado



Esta semana no sabía muy bien qué contar, de qué hablar, por cuál de las noticias tremebundas decantarme: si por los «me voy», si por los «pues vete de una vez», si por los «me llevo mi dinero y ya de paso también el tuyo, que es mucho más», si por los «me ha salido un grano, no sé si extirpármelo o esperar a bautizarlo cuando nazca», si por los «menos mal que ha vuelto la liga y ya no tengo que pensar», si por los «a este malnacido que lo maten»…

No sabía por qué decantarme y ha venido el periódico con un decantador. De vidrio. No, no me ha regalado nada. Es que la noticia que me ha hecho decidirme, decantarme por ella, tiene como protagonista el vidrio. Bueno, más o menos protagonista. La verdad, es que uno no está acostumbrado a coger el periódico a las siete de la mañana y encontrarse en primera página con Jesucristo. Con el Nombre: a Jesucristo, mirando bien, se le puede ver todos los días en los bombardeados, los masacrados, los amenazados, los violados, los secuestrados, los degollados, los robados, los desposeídos de trabajo, dignidad… Pero un titular como este es muy difícil de encontrar:

«Un Jesucristo del siglo IV resucita en Cástulo (Linares)».

Tela. Que me he tenido que parar en la calle (menos mal que ha sido antes de empezar a cruzar) para leerlo dos y tres veces. Y pellizcarme para darme cuenta de que no estamos en Pascua. Ni a 28 de diciembre. La emoción y la intriga del titular ha quedado mitigada en parte por el resto de la llamada (enseguida remite a una página interior): «Hallan una patena de vidrio decorada con una de las primeras imágenes del Mesías» (ahí lo tenéis: vidrio). Pese a todo, al sentarme en el vagón he optado por leer primero todos los titulares y noticias que me pudieran interesar para darme luego el gustazo de leer entera y despacito toda la noticia, que es amplia y muy interesante.

Una noticia que explica, a mi entender bastante bien, la importancia y la trascendencia que tiene el hallazgo. Y que es mucha, porque el material utilizado, la iconografía representada, las pruebas científicas que permiten datar el objeto, el lugar y el entorno en el que fue hallado, dan pie a deducir que en el momento en que el cristianismo estaba en trance de pasar de clandestino a oficial existían en la península ibérica comunidades con una fe viva (representaban nada menos que a Cristo resucitado), celebrativa (es una patena, utilizada en el sacramento del altar) y creativa (la originalidad de las representaciones y el material utilizado para su elaboración permiten deducirlo). Comunidades que no se formaban por generación espontánea, sino que crecían alrededor de quienes daban testimonio, probablemente viajeros, enviados de otros lugares para contar lo ocurrido. 

Habrá a quien no le importe un pimiento, a mí me encanta todo esto. 

Cuando hablar de Jesucristo estaba prohibido y era perseguido, había señores, y también señoras (no olvidemos que la primera Priscila famosa no fue reina del desierto, sino discípula de Cristo y colaboradora de Pablo) que se jugaban la vida para ir a todos los rincones del mundo conocido para contarles algo que consideraban de vital importancia. Los que les hacían caso, se agrupaban. Hay diversas teorías, que no dejan de tener su fundamento, que hablan de que el mismo Pablo estuvo en España. Unos dicen que entró por Tarragona, otros que por Cádiz. Varios apuntan que uno de los sitios en los que estuvo fue la ciudad andaluza de Astigi, importante centro olivarero y cruce de rutas comerciales. No demasiado lejos de Astigi (Écija) está Linares, y junto a Linares, Cástulo. ¿Tan difícil será imaginar que los cristianos asentados en la zona, viviendo en clandestinidad, se fueran extendiendo poco a poco, primero a las ciudades vecinas, luego a otras, casi por capilaridad? No sería difícil imaginar que una comunidad fundada por el mismísimo Pablo fuera más grande y tuviera más capacidad de expandirse. ¿Por qué iban a saltarse este otro centro habitado? El hallazgo de esta patena permite imaginar que lo que había allí era un grupo sólido, con capacidad para celebrar, para crear utensilios y hacerlo con arte. 

Me vuela la imaginación.


Al hilo de todo esto, y por no dejar de proponer una frase-cita, como es mi costumbre, o varias, vamos a mirar al pasado para saber qué ha sucedido antes de nosotros, para leerlo como un prólogo a nuestro presente, para saber interpretar ese mismo presente. Y con esto he dejado comentadas esta vez las tres frase-citas:

«No saber lo que ha sucedido antes de nosotros es como ser incesantemente niños» (Cicerón).

«El pasado es un prólogo» (William Shakespeare).

«La historia es un incesante volver a empezar» (Tucídides).

¡Salve, hermanos!

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