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Un pensamiento de Benedicto XVI

Mis queridos amigos, muy buenos días y bienvenidos de nuevo a este espacio lleno de no se sabe qué y vacío de no se sabe cuál.

Ha comenzado el año y parece que todo sigue igual: a veces llueve, a veces no, a veces nos vemos, a veces no, a veces reímos, a veces no. ¿Recordáis un villancico popular galés que decía, en su tercera estrofa, «y si un año se va ahora, otro viene sin demora»? Pues eso, pues eso.

El pensamiento de esta semana lo aporta nada más y nada menos que el doberman de la teología, el férreo y acorazado guardián de la fe, el alemán más duro (así le han llamado, nada invento). Ved por vosotros mismos su dureza, su fiereza, su dobermanidad:

«El verdadero regalo de Navidad es portar alegría a los demás. No se trata de costosos regalos que nos quitan tiempo y dinero. Lo mejor es regalar una sonrisa, una pequeña ayuda, un simple gesto» (Benedicto XVI).

Portar alegría a los demás. Sonreír, ayudar, hacer un simple gesto. Se me ocurren muchos. Desde la primera hora de la mañana, cuando el despertador suena carracoso (o nos sale el locutor de turno metiéndonos caña con la ducha), hasta la hora del cierre de párpados. Incluso cuando el metro está sucio. Pero nada más agradable que la sonrisa de la chica que me vende el periódico en el kiosco a las puertas del metro, en la estación de Bilbao, junto al Comercial. Y nada más agradable que tener, como el papa, una serena sonrisa para conceder al otro, mejor, para regalársela. Que sea este papal propósito el que nos guíe nuestros deseos de mejora y cambio durante todo el 2008 que estrenamos estos días. Y si además de sonreír, ponemos música en nuestras vidas, mejor aún.
Ya lo decía Betty Missiego, que si todo el mundo tuviera una canción…

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