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Un pensamiento de Bertrand Russell

Llevo días pensando en que la reentré del Pensamiento después del parón navideño tiene que tocar un tema especial. Y qué mejor tema que la palabra que más pronunciamos, leemos y oímos durante las Navidades, al comenzar el año y, en mi caso, al menos, en mi tresenerino cumpleaños: felicidad. Feliz Navidad, Feliz año, Felices fiestas, Felicidades…

Felicidad a raudales que sale de nuestros labios con una franca sonrisa, felicidad que brota de nuestro corazón como un deseo con el que obsequiamos a familiares, amigos, conocidos, vecinos, compañeros y a toda la gente con la que nos cruzamos. Felicidad.

Pero, ¿qué es, en qué consiste la felicidad? Pensé en buscar una definición en Proverbia.net y comentarla, aportando mi visión (mi concepción de la felicidad, según la segunda acepción del verbo concebir: «Formar idea, hacer concepto de una cosa»). Pero no contaba yo con el factor tiempo (cronológico y atmosférico), así que he optado por seleccionar una frase interesante y dejarla sin más, para que cada cual pueda meditar sobre la felicidad, sobre su propia felicidad, atendiendo a sus circunstancias particulares. Una frase, empero, sobre la que volveré, pues tiene miga y sustancia, y provoca interés en mi afecto. He aquí, pues, la reflexión, que comparto, de Bertrand Russell sobre la felicidad:

«El hombre feliz es el que vive objetivamente, el que es libre en sus afectos y tiene amplios intereses, el que se asegura la felicidad por medio de estos intereses y afectos que, a su vez, le convierten a él en objeto de interés y el afecto de otros muchos» (Bertrand Russell).

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