Buenos días, queridos amigos.
Hoy hago trampa: recibí esta frase-cita ayer y, como me gustó y me pareció muy comentable en este mi espacio, me dije a mí mismo para mis adentros interiores más íntimos: «Muchacho, ya tienes Pensamiento». Así que, por una vez y sin que sirva de precedente, la elección de la frase es premeditada. Y dice así:
«Si no quieres ser desgraciado trata a las catástrofes como a molestias, pero de ninguna manera a las molestias como a catástrofes» (André Maurois).
Vamos por partes, que la frase tiene miga, pero de hogaza castellana. «Si no quieres ser desgraciado». Pero, monsieur Maurois, ¿hay gente que quiera ser desgraciada a propósito? Cuando un hombre de su categoría lo dice, alguno habrá. Desde luego, la literatura, el cine, la historia, la vida, en definitiva, está llena de hombres y mujeres que han labrado a pulso su desgracia, que la han tallado y cincelado con primor, incluso. Pero de muchos de ellos, estoy convencido, no se puede afirmar que actuaran por su propia voluntad, o que esta voluntad no estuviera, como poco, ofuscada. Es decir, que creo, sinceramente, que hay poca, muy poca gente que de veras quiera ser desgraciada. O lo que es lo mismo: todos, o casi todos, queremos ser felices.
«Trata a las molestias como catástrofes». Aquí, monsieur Maurois se alinea, sin saberlo o quizá a sabiendas, con el señor Einstein, el de la relatividad, o más bien con aquellos que extrapolaron su teoría científica al terreno moral. Tratar a las molestias como catástrofes es relativizarlas, mirarlas con perspectiva diminutivizadora. Cuando nos sobreviene una catástrofe, podemos hacer, según esto, dos cosas: empequeñecer ante ella, mirándola como algo enorme contra lo que, derrotados de antemano, no podemos hacer nada, o engrandecernos ante ella, con lo que la veremos, evidentemente, como una molestia, y podremos, entonces, comenzar el tratamiento oportuno.
«Pero de ninguna manera a las molestias como a catástrofes». Pues eso, cuando nos sobreviene una molestia, no debe, bajo ningún concepto, ser entendida como catástrofe, no vaya a ser que entonces nos demos por derrotados de antemano y no seamos capaces de vencerla.
Hoy no soy claro, ni conciso, ni tengo el razonamiento bien despierto aún. Pero está claro que monsieur Maurois nos lanza un magnífico mensaje lleno de optimismo: venga lo que venga, catástrofe o molestia, tú eres más grande si eres capaz de relativizarlo en su justa medida y tratarlo como molestia o como leve dolor, según el caso. Y a mí, el optimismo, sobre todo el optimismo moral, que es mucho más que el leve cuentolecherismo, me gusta.
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