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Un pensamiento de Bión de Esmirna

Buenos días, queridos amigos.

Ha llegado el calor a mi oficina y lo ha hecho sin avisar pero avasallando. Cocidos en jugo de empleado (en una tremenda promiscuidad sudoral), sobrellevamos como podemos las mañanas y malsoportamos las tardes hasta que, en su magnánima beneficencia, nuestros omnipotentes superiores tengan a bien reunirse para considerar la posibilidad de convocar una reunión en la que decidir la fecha de encendido, cual portal de la Feria de abril sevillana, del aire acondicionado.

Notificada mi asfixia, doy gracias públicamente a una querida amiga que me hizo llegar la frase-cita de hoy, con la referencia siguiente: la frase es de un sabio griego cuyo nombre no conozco, aparecía citada en un blog en el que hablaba de Marguerite Yourcenair y la recogía el otro día en su blog el P. Fortea. Ahí es nada para intentar averiguar cuál de los eruditos grecos pudo soltar la flor. Pero, si mis sistemas de indagación no se han equivocado, la frase es de un poeta pastoril griego que respondía al biológico nombre de Bión y procedía de la sonoramente escuchimizada Esmirna. Y decía así:

«Los niños matan las ranas por juego, pero las ranas mueren de verdad» (Bión de Esmirna).

Bueno, yo he sido niño (creo) y nunca he matado una rana, yo sólo mataba ciempiés y similares, pero es cierto que cuando los mataba, por juego, por asco o por miedo, que de todo hubo, los ciempiés morían de verdad (¡y luego daban más asco aún…!). Pero yo creo que, en el fondo, lo que dice Bión de Esmirria, digo de Esmirna, vale igual para las ranas que para cualquier otro ser vivo. Valdría la frase si se dijera, por ejemplo: Los niños matan gamusinos por juego, pero los gamusinos no existen. Perdón: los niños arrancan flores por juego, pero las flores mueren de verdad (cuando las arrancan).

La frase-cita de este caballero griego defensor de la vida animal da para mucho juego, y puede ser utilizada, según quién lo haga, de muchas maneras, algunas de ellas como auténtica arma arrojadiza. En cualquier caso, sólo es una frase, y una frase no zanja un debate, pues sólo expone un fragmento, una perspectiva de un lato panorama. Y alguna de esas interpretaciones, como les ocurre a todos los que se quedan con la frase y no le dan vueltas al asunto, puede resultar bastante simplista. Veamos ejemplos:
Los enemigos de la Fiesta podrían decir aquello (y lo dicen) de que los toreros matan toros por juego (arte, entretenimiento, costumbre social…), pero los toros mueren de verdad.
Los enemigos de la caza podrían decir aquello (y lo dicen) de que los cazadores matan jabalíes por juego (deporte, entretenimiento, afición…), pero los jabalíes mueren de verdad.
Los vegetarianos podrían decir aquello (y lo dicen) de que los carnívoros matan cerdos, corderos y terneros por juego (más bien por hambre o necesidad, pero vale), pero los cerdos, los corderos y los terneros mueren de verdad.

Bien. Podríamos seguir por ahí todo el tiempo que deseemos, pero eso sería quedarnos en la interpretación literal de la frase, y tiene otras lecturas, por ejemplo la política, mucho más interesante. Porque los niños (es decir, los seres humanos en fase no adulta) [es decir, los políticos que no han madurado realmente su vocación] matan ranas [dictan leyes] por juego [intereses políticos, intereses partidistas, intereses económicos…], pero las ranas mueren de verdad [las leyes que dictan tienen consecuencias más allá de sus intereses].

Vamos, que Bión de Esmirna apela a la responsabilidad en las acciones, incluso en las aparentemente menos provistas de responsabilidad.

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