Buenos días, queridos amigos.
Circunstancias que no viene al caso relatar han hecho que hasta esta misma semana no me haya puesto a elaborar las deliciosas agendas que preparo todos los años desde hace ya tiempo. Lo que significa que no he tenido tiempo de nada, que me ha pillado el toro y que tengo la obligación forzosa y conminatoria de la máxima brevedad, y de la doble celeridad en el manejo del teclado (ustedes perdonarán mis erratas). Así que la frase-cita viene sin elegir, es el envío de hoy mismo de Proverbia.net:
«Es difícil decir quién hace el mayor daño: los enemigos con sus peores intenciones o los amigos con las mejores» (Edward George Bulwer-Lytton).
Desconocido señor este para mí hasta este preciso instante: es un escritor inglés (1803-1873). Y creo que tiene razón en que los enemigos son capaces de grandes maldades cuando utilizan contra ti sus peores intenciones. Aunque también pueden equivocarse y hasta favorecerte, siempre y cuando tú seas capaz de prever sus peores intenciones y preparar una defensa capaz no sólo de repeler el ataque, sino de aniquilar sus huestes. Este es, en definitiva, el juego de la guerra y la estrategia que tan bien hemos aprendido jugando al Risk (aniquilar al ejército verde; conquistar América del Sur y Oceanía; dominar Asia…).
Con lo de las amistades no estoy del todo seguro. Lo cierto es que, como de ellas no tiendes a protegerte (¿quién se protege de quien bien le quiere y sólo bien le desea?), es posible que, por desidia, nesciencia o simple torpeza sean capaces de infligirte un daño mayor que tus enemigos. Claro que, ¿cuántos de esos amigos continúan, después de sus actos perniciosos y nocivos para ti, siendo tus amigos? ¿No pasan más bien a ser tus enemigos, o al menos unos meros conocidos con quienes ya no deseas tener más trato que la insípida conversación de ascensor, a lo sumo?
Por todo ello, y con la obligación de la brevedad como garrote en la nuca, espada de Damocles sobre la coronilla y pistola ante el pecho, tengo que decir que coincido plenamente con este señor, Edujorge (esto suena a croata), y repito con él que es difícil decir quién hace el mayor daño.
Y antes de acabar, pido disculpas a mis amigos, o a los que me consideran ex-amigo, si les he causado algún trastorno por desidia, nesciencia o torpeza, que de todas estas cualidades abundo.
Circunstancias que no viene al caso relatar han hecho que hasta esta misma semana no me haya puesto a elaborar las deliciosas agendas que preparo todos los años desde hace ya tiempo. Lo que significa que no he tenido tiempo de nada, que me ha pillado el toro y que tengo la obligación forzosa y conminatoria de la máxima brevedad, y de la doble celeridad en el manejo del teclado (ustedes perdonarán mis erratas). Así que la frase-cita viene sin elegir, es el envío de hoy mismo de Proverbia.net:
«Es difícil decir quién hace el mayor daño: los enemigos con sus peores intenciones o los amigos con las mejores» (Edward George Bulwer-Lytton).
Desconocido señor este para mí hasta este preciso instante: es un escritor inglés (1803-1873). Y creo que tiene razón en que los enemigos son capaces de grandes maldades cuando utilizan contra ti sus peores intenciones. Aunque también pueden equivocarse y hasta favorecerte, siempre y cuando tú seas capaz de prever sus peores intenciones y preparar una defensa capaz no sólo de repeler el ataque, sino de aniquilar sus huestes. Este es, en definitiva, el juego de la guerra y la estrategia que tan bien hemos aprendido jugando al Risk (aniquilar al ejército verde; conquistar América del Sur y Oceanía; dominar Asia…).
Con lo de las amistades no estoy del todo seguro. Lo cierto es que, como de ellas no tiendes a protegerte (¿quién se protege de quien bien le quiere y sólo bien le desea?), es posible que, por desidia, nesciencia o simple torpeza sean capaces de infligirte un daño mayor que tus enemigos. Claro que, ¿cuántos de esos amigos continúan, después de sus actos perniciosos y nocivos para ti, siendo tus amigos? ¿No pasan más bien a ser tus enemigos, o al menos unos meros conocidos con quienes ya no deseas tener más trato que la insípida conversación de ascensor, a lo sumo?
Por todo ello, y con la obligación de la brevedad como garrote en la nuca, espada de Damocles sobre la coronilla y pistola ante el pecho, tengo que decir que coincido plenamente con este señor, Edujorge (esto suena a croata), y repito con él que es difícil decir quién hace el mayor daño.
Y antes de acabar, pido disculpas a mis amigos, o a los que me consideran ex-amigo, si les he causado algún trastorno por desidia, nesciencia o torpeza, que de todas estas cualidades abundo.
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