Esta semana vengo más tarde porque he tenido que ir a hacerme unas fotos un poco especiales, de esas que salen como negativos y se te ven hasta los huesos. Pero ya estoy aquí, dispuesto a daros la batalla de todos los viernes.
Entramos en un momento especialmente intenso para la vivencia espiritual y sensible. Y para la artística. Entro en el topicazo cuando digo que si Sevilla es el fervor Valladolid es el recogimiento. Nada más envolvente que el sonido del silencio acompañando al Yacente de Gregorio Fernández en la noche del Jueves Santo. Pero yo hace años que no estoy en esas, pues paso de canto en canto, y de pronto estoy aclamando trompetero con mi nueva voz de tenor (ahora parece que ya sí suena bien) como me pongo dulce para afirmar ubi caritas est, grito desgarradamente que «no tenemos más rey que al césar» o exulto gozoso en interminables (y extenuantes) aleluyas. Vamos, que vivir la Semana Santa en un coro es una experiencia para la voz, para la piel (sobre todo si eres de esos que tenemos la emotividad pronta a instalarse en la epidermis) y para el espíritu.
No es de extrañar, pues, que la frase-cita de hoy acompañe los tiempos y la sensibilidad propia de la Semana Santa. El que avisa no es traidor. Hoy hablaremos de fe. Y para ello acudimos a los expertos: a los santos, concretamente a santa Teresa del Niño Jesús, a quien una interpretación sensiblera de su vida y de sus escritos convirtió engañosamente en santita Teresita del Niñito Jesusito de Mi Vidita, todo lleno de diminutivos entontecedores, cuando en realidad es otra mucho más grande por humana y por cercana a Dios. Veamos qué nos dice la santa:
«La verdadera valentía está en desear la cruz en medio de la angustia del corazón, y al mismo tiempo en rechazarla, por decirlo así, como nuestro Señor en el Huerto de los Olivos» (santa Teresa del Niño Jesús).
Y después de escuchar sus palabras, qué puedo decir yo, qué puedo hacer sino detenerme y escuchar el eco tozudo y nítido de lo que dice: verdadera valentía (no cualquier valentía, ni una falsa, o incompleta, sino verdadera, valiente, valga la redundancia)… desear la cruz (con la cantidad de rechazos que se experimentan, con la cantidad de condicionantes externos e internos, con la cantidad de voces contradictorias, desear la cruz, sí, pero…)… en medio de la angustia del corazón (reconociéndola pero no dejándose dominar por ella, no huyendo de ella, sino aceptándola en su completa realidad)… al mismo tiempo (no antes, no después, no demasiado pronto ni demasiado tarde, sino a su hora, en su momento), rechazarla (declinar la invitación a la par que se desea recibirla, sin perder de vista lo que somos, sin creernos lo que no somos…), como nuestro Señor en el Huerto de los Olivos (en imitación, en seguimiento, compartiendo angustias, miedos, dolores, penas, ya que todos tenemos nuestro Huerto de los Olivos y todos alcanzamos calvarios, todos recibimos cruces y todos las aceptamos o las rechazamos…) pero todo, sea lo que sea, que lo hagamos así, como nuestro Señor…
No es una lección lo que pretende darnos Teresa, santa Teresa, la del Niño Jesús (y de la Santa Faz, que siempre olvidamos esta parte de su santo nombre). Pero sin pretenderlo, nos la da.
Sea cual sea el espíritu con el que vayáis a vivir la Semana Santa, que disfrutéis al máximo lo que hagáis y que os resulte provechosa y fructífera para cuerpo, alma y experiencia vital. Un besabrazo a todos.
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