Hola, corazones
Un problema con la línea telefónica en mi casa me ha impedido acudir con puntualidad a mi cita bloguera de los viernes. Pero gracias a Dios y a un amable técnico de Telefónica la cosa se ha solucionado. Ya es tarde, y debería estar en la cocina, y no delante del ordenador, así que sin que sirva de precedente me saltaré por esta vez la parte introductoria para atacar directamente la frase-cita de hoy. Frase-cita que nos proporciona el envío diario de Proverbia.net:
«Un verdadero espíritu de rebeldía es aquel que busca la felicidad en esta vida» (Henrik Ibsen).
A mí me han enseñado que –sen, como –son, es más o menos lo mismo que –ski, -ov, -ez, etc. Así que este señor podría ser traducido como Enrique Ibez (o Íbez, para hacer caso a la acentuación en la pronunciación original). Esto lo hago recordando a un profesor de inglés que tuve que traducía los nombres propios y decía cosas como que Ricardito es rubio y Juanita también (Rick is blonde…).
Pero no es esto lo que hay que comentar, sino la frase-cita de don Enrique, que relaciona en términos de igualdad el espíritu de rebeldía con la felicidad. Mejor: espíritu de rebeldía con búsqueda de la felicidad. La rebeldía siempre se levanta contra algo, normalmente algo establecido que oprime o es concebido o percibido como opresor por parte del rebelde. Ese es el rebelde que se levanta contra una dictadura, o contra el esclavismo, o contra la discriminación institucionalizada. Pero también está el rebelde que continúa viviendo su vida, contra viento y marea, en medio de la injusticia, del mobbing, de la violencia ambiental, de la extorsión, de la mentira… Y está el rebelde que es rebelde porque sí, porque el mundo le hizo así, y acaba siendo un rebelde sin causa y, finalmente, un excluido.
¿Todos estos rebeldes buscan realmente la felicidad? El rebelde que se levanta contra la injusticia sí, desde luego, porque una situación justa siempre proporcionará mayores dosis de felicidad que una injusticia manifiesta. El rebelde silencioso busca su propia felicidad, o quizá la sacrifica (a veces sería más fácil tirar la toalla e irse a vivir a otro lado) en beneficio de una felicidad mayor: la felicidad de la verdadera libertad, la libertad que el rebelde silencioso no está disfrutando. Pero el rebelde sin causa, el rebelde “jeannette”, ¿busca la felicidad? Quizá él cree que sí, que la felicidad consiste en negarse a todo, en revolverse contra todo y contra todos, en hacer sólo lo que le da la gana… Pero quizá la felicidad no esté ahí, quizá la felicidad no se la proporcione una rebeldía altuntunada, sin porqué ni paraqué…
En definitiva, creo que don Enrique tiene razón en relacionar el espíritu de rebeldía con la felicidad, pero matizando que toda rebeldía tiene que tener un sentido, una justificación, pues de lo contrario no creo que proporcione felicidad, sino una atadura incómoda e irreflexiva a un modo de actuar. Y eso no da felicidad.
Por otra parte, y ahí no voy a entrar, la felicidad es una meta, una utopía, y a la vez una realidad cotidiana de las pequeñas cosas, pero nunca es un absoluto. Salvo en el Paraíso…
Un problema con la línea telefónica en mi casa me ha impedido acudir con puntualidad a mi cita bloguera de los viernes. Pero gracias a Dios y a un amable técnico de Telefónica la cosa se ha solucionado. Ya es tarde, y debería estar en la cocina, y no delante del ordenador, así que sin que sirva de precedente me saltaré por esta vez la parte introductoria para atacar directamente la frase-cita de hoy. Frase-cita que nos proporciona el envío diario de Proverbia.net:
«Un verdadero espíritu de rebeldía es aquel que busca la felicidad en esta vida» (Henrik Ibsen).
A mí me han enseñado que –sen, como –son, es más o menos lo mismo que –ski, -ov, -ez, etc. Así que este señor podría ser traducido como Enrique Ibez (o Íbez, para hacer caso a la acentuación en la pronunciación original). Esto lo hago recordando a un profesor de inglés que tuve que traducía los nombres propios y decía cosas como que Ricardito es rubio y Juanita también (Rick is blonde…).
Pero no es esto lo que hay que comentar, sino la frase-cita de don Enrique, que relaciona en términos de igualdad el espíritu de rebeldía con la felicidad. Mejor: espíritu de rebeldía con búsqueda de la felicidad. La rebeldía siempre se levanta contra algo, normalmente algo establecido que oprime o es concebido o percibido como opresor por parte del rebelde. Ese es el rebelde que se levanta contra una dictadura, o contra el esclavismo, o contra la discriminación institucionalizada. Pero también está el rebelde que continúa viviendo su vida, contra viento y marea, en medio de la injusticia, del mobbing, de la violencia ambiental, de la extorsión, de la mentira… Y está el rebelde que es rebelde porque sí, porque el mundo le hizo así, y acaba siendo un rebelde sin causa y, finalmente, un excluido.
¿Todos estos rebeldes buscan realmente la felicidad? El rebelde que se levanta contra la injusticia sí, desde luego, porque una situación justa siempre proporcionará mayores dosis de felicidad que una injusticia manifiesta. El rebelde silencioso busca su propia felicidad, o quizá la sacrifica (a veces sería más fácil tirar la toalla e irse a vivir a otro lado) en beneficio de una felicidad mayor: la felicidad de la verdadera libertad, la libertad que el rebelde silencioso no está disfrutando. Pero el rebelde sin causa, el rebelde “jeannette”, ¿busca la felicidad? Quizá él cree que sí, que la felicidad consiste en negarse a todo, en revolverse contra todo y contra todos, en hacer sólo lo que le da la gana… Pero quizá la felicidad no esté ahí, quizá la felicidad no se la proporcione una rebeldía altuntunada, sin porqué ni paraqué…
En definitiva, creo que don Enrique tiene razón en relacionar el espíritu de rebeldía con la felicidad, pero matizando que toda rebeldía tiene que tener un sentido, una justificación, pues de lo contrario no creo que proporcione felicidad, sino una atadura incómoda e irreflexiva a un modo de actuar. Y eso no da felicidad.
Por otra parte, y ahí no voy a entrar, la felicidad es una meta, una utopía, y a la vez una realidad cotidiana de las pequeñas cosas, pero nunca es un absoluto. Salvo en el Paraíso…
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