Hola, corazones.
No tenía hoy muy claro qué contar, o qué omitir, ya que mis amadísimos virus (la población invadida debe a veces fingir amor a sus invasores opresores para desviar su atención y que la Resistencia pueda trabajar con mayor margen de libertad) no sólo han ocupado mi sistema de grifería superior (¿cómo es posible que quepa tal cantidad de elementos viscosos en una nariz de tamaño medio o a lo sumo medio-grande?, ¿cuántos kilos de de papel en forma de clínex puede llegar a consumir un griposo estándar?), mis instalaciones de sonido (mis cuerdas vocales parecen de guitarra heavy metal y mi emisión de voz ha modificado en varios tonos, a la baja, su atiplado estado natural) y mi sistema de ventilación, sino también ha embotado mi cerebro y lo ha dejado hecho unos zorros, justo ahora que había terminado de lavarlo, plancharlo y dejarlo todo estiradito y lisito, tan mono.
Así y todo, he rescatado del olvido, mejor dicho, del fondo del cajón de la memoria, del último rincón del escritorio, un maravilloso libro, Plenitud, de Amado Nervo, del que hoy tomo una de las frase-citas. Se trata de un libro que me ha acompañado en mi infancia y mi adolescencia, que me ha ayudado a encontrar orientación en muchos momentos de mi vida y que, a juzgar por el lamentable estado de su encuadernación (una miniatura de Aguilar, 7,7 x 5,7 cm en piel de color rojo oscuro) ha debido de ir dentro de mis bolsillos más tiempo del soportable para un objeto tan valioso. Una amiga mía, muy querida, se sabe de memoria fragmentos enteros de este libro, y a veces pienso en ella y la recuerdo recitando emocionada el «Si amas a Dios...», que es una de las muchas joyas de este pequeño libro.
Pues bien, hoy quiero traer a este medio una de sus frase-citas. Que ya era hora de que Amado Nervo se hiciera presente de nuevo en mi mundo.
«Alégrate si eres pequeño; alégrate si eres grande; alégrate si tienes salud; alégrate si la has perdido; alégrate si eres rico; si eres pobre, alégrate; alégrate si te aman; si amas, alégrate; alégrate siempre, siempre, siempre» (Amado Nervo).
Maravillosa y sana invitación a la alegría que desgraciadamente muy pocas veces ponemos en práctica. Más que la alegría a la que invita don Amado, una alegría que lleva implícita pero muy presente la gratitud, la positividad y la humildad, los seres humanos somos muy dados al siyofuerismo, aquello que puso tan de moda el «Si yo fuera rico» y del que, por cierto, Amado Nervo también habla en su Plenitud.
No voy a extenderme, porque, sin ser una persona extremadamente alegre, sin haber dejado nunca de ser uno de los máximos representantes del siyofuerismo, siempre he tenido presente la invitación de don Amado, y otras, previas en el tiempo, que seguramente don Amado tuvo muy en cuenta, como aquella máxima que también a mí me gusta mucho citar y que se concentra en una notación: Efe Ele Pe Cuatro Cuatro: «Estad alegres... Os lo repito, estad alegres». (Para los quisquillosos: los puntos suspensivos reemplazan a las palabras «en el Señor», pero no las he omitido porque reniegue de Él, pues sé muy bien que toda alegría, provenga de donde provenga, se plenifica «en el Señor», sino porque así he citado siempre la cita bíblica, para chinchar, precisamente, al purista, preciosista y perfeccionista personaje que me apuntillaba presuroso, al oírme hacer la cita incompleta: «en el Señor»).
Sea como fuere, no creo mal consejo, sino todo lo contrario, estar alegres, ser alegres, buscar la alegría, vivir en la alegría...
No tenía hoy muy claro qué contar, o qué omitir, ya que mis amadísimos virus (la población invadida debe a veces fingir amor a sus invasores opresores para desviar su atención y que la Resistencia pueda trabajar con mayor margen de libertad) no sólo han ocupado mi sistema de grifería superior (¿cómo es posible que quepa tal cantidad de elementos viscosos en una nariz de tamaño medio o a lo sumo medio-grande?, ¿cuántos kilos de de papel en forma de clínex puede llegar a consumir un griposo estándar?), mis instalaciones de sonido (mis cuerdas vocales parecen de guitarra heavy metal y mi emisión de voz ha modificado en varios tonos, a la baja, su atiplado estado natural) y mi sistema de ventilación, sino también ha embotado mi cerebro y lo ha dejado hecho unos zorros, justo ahora que había terminado de lavarlo, plancharlo y dejarlo todo estiradito y lisito, tan mono.
Así y todo, he rescatado del olvido, mejor dicho, del fondo del cajón de la memoria, del último rincón del escritorio, un maravilloso libro, Plenitud, de Amado Nervo, del que hoy tomo una de las frase-citas. Se trata de un libro que me ha acompañado en mi infancia y mi adolescencia, que me ha ayudado a encontrar orientación en muchos momentos de mi vida y que, a juzgar por el lamentable estado de su encuadernación (una miniatura de Aguilar, 7,7 x 5,7 cm en piel de color rojo oscuro) ha debido de ir dentro de mis bolsillos más tiempo del soportable para un objeto tan valioso. Una amiga mía, muy querida, se sabe de memoria fragmentos enteros de este libro, y a veces pienso en ella y la recuerdo recitando emocionada el «Si amas a Dios...», que es una de las muchas joyas de este pequeño libro.
Pues bien, hoy quiero traer a este medio una de sus frase-citas. Que ya era hora de que Amado Nervo se hiciera presente de nuevo en mi mundo.
«Alégrate si eres pequeño; alégrate si eres grande; alégrate si tienes salud; alégrate si la has perdido; alégrate si eres rico; si eres pobre, alégrate; alégrate si te aman; si amas, alégrate; alégrate siempre, siempre, siempre» (Amado Nervo).
Maravillosa y sana invitación a la alegría que desgraciadamente muy pocas veces ponemos en práctica. Más que la alegría a la que invita don Amado, una alegría que lleva implícita pero muy presente la gratitud, la positividad y la humildad, los seres humanos somos muy dados al siyofuerismo, aquello que puso tan de moda el «Si yo fuera rico» y del que, por cierto, Amado Nervo también habla en su Plenitud.
No voy a extenderme, porque, sin ser una persona extremadamente alegre, sin haber dejado nunca de ser uno de los máximos representantes del siyofuerismo, siempre he tenido presente la invitación de don Amado, y otras, previas en el tiempo, que seguramente don Amado tuvo muy en cuenta, como aquella máxima que también a mí me gusta mucho citar y que se concentra en una notación: Efe Ele Pe Cuatro Cuatro: «Estad alegres... Os lo repito, estad alegres». (Para los quisquillosos: los puntos suspensivos reemplazan a las palabras «en el Señor», pero no las he omitido porque reniegue de Él, pues sé muy bien que toda alegría, provenga de donde provenga, se plenifica «en el Señor», sino porque así he citado siempre la cita bíblica, para chinchar, precisamente, al purista, preciosista y perfeccionista personaje que me apuntillaba presuroso, al oírme hacer la cita incompleta: «en el Señor»).
Sea como fuere, no creo mal consejo, sino todo lo contrario, estar alegres, ser alegres, buscar la alegría, vivir en la alegría...
Comentarios
Está en un nuevo blog sobre valores que me hace ilusión presentarte.
http://blogs.periodistadigital.com/carmen-guaita.php
Gracias por tu sensibilidad.