Decía mi horóscopo ayer mismo que «resulta muy difícil dar las atribuciones de esta influencia, porque se producen deformaciones que exageran su significado y desvirtúan el pronóstico real». Una bonita forma de decir que no tienen ni idea de qué decir. Casi como me pasa a mí mismo: no tengo ni idea de qué decir. No porque me haya quedado en blanco, no, sino porque estoy en uno de esos momentos mágicos y misteriosos, luminosos y opacos, en los que imperan la incertidumbre y el vértigo. Poco a poco aclararé conceptos, ideas, situaciones, circunstancias… Pero ahora mismo, desde luego, estoy que no me hallo y no sé por dónde me viene el aire, y vivo como la Santa pero sin santidad aparte de la que me proporciona el apellido.
Vamos con la frase-cita, cuyo comentario ha de ser hoy brevísimo, pues esta mañana mi despertador ha decidido declararse en huelga de sonido.
«El futuro tiene muchos nombres. Para los débiles es lo inalcanzable. Para los temerosos, lo desconocido. Para los valientes es la oportunidad» (Victor Hugo).
Frase-cita buscada, porque hoy necesito decirme a mí mismo esto que dice don Víctor. Cuando en la vida se te presenta un cambio, se te abre una perspectiva de futuro diferente, se te presenta una oportunidad, te hacen una propuesta que modifica tus circunstancias actuales –las pequeñas cosas y las grandes–, uno puede experimentar en su interior, como yo he sentido estos días, las tres sensaciones de las que habla nuestro autor.
Uno puede pensar que no puede con lo que le han propuesto, que no es la persona indicada, que sus capacitaciones no cubrirán correctamente las expectativas. Surge entonces la tentación de la negativa, o, dicho finamente, de un reconocimiento prematuro de que la propuesta de futuro es inalcanzable. Digo prematuro porque es un reconocimiento hecho casi siempre sin una sólida reflexión que lo acompañe.
Se puede pensar, también, que ese futuro propuesto tiene demasiados lados oscuros, demasiadas incertidumbres, demasiadas cavernas llenas de secretos fantasmas, y que mejor es quedarse, Virgencita, «como estoy», en mi minifundio subreprotegido de vallas para que no entren los fantasmas ni las lanzas de los malos. Autoproclamando y disfrazando el miedo de prudencia flaco favor nos hacemos.
Por último, podemos afrontar la propuesta de futuro como una oportunidad. O como varias. Para deshacerte de todo lo que al final se ha convertido en una rémora en tu existencia; para hacer limpieza en tus armarios y estanterías (físicas y anímicas), volver a poner orden y reorganizar de nuevo tus prioridades; para desarrollarte, crecer, aprender. También, claro, para tropezar, caer, equivocarte… No soy excesivamente amante de los refranes, aunque tampoco los desestimo de antemano, pero hay uno que digo mucho, porque es casi comprobable empíricamente: «El que tropieza y no cae, avanza dos veces».
Así pues, vistas las cosas de la mano de don Víctor, debo afrontar el futuro, la propuesta de cambio que me ha sido hecha (y que ya he aceptado) más como una oportunidad que como una dificultad, más como una ventaja que como un escollo, más como un paso al frente que como una involución.
¡Adelante, mis muchachos!
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