Tengo una
silla vacía. Y hay un grupo de gente que ha decidido que en mi silla vacía se
tiene que sentar una persona de determinadas características físicas, con
determinadas cualidades morales y de determinada edad; otro grupo dice que
quien tiene que sentarse en mi silla es una persona que provenga de
determinadas experiencias, que haya vivido de determinada manera y entienda las
cosas desde determinado prisma; otros más van y dicen que quien se vaya a
sentar en mi silla deberá hacer determinadas cosas, y no otras, porque ellos
así lo han decidido. Pero hay varias cosas que no tienen en cuenta: que no son
ellos quienes deciden quién se va a sentar en mi silla; que puede que
consideren que el que se va a sentar en mi silla es de determinada manera y lo
rechacen, y luego se tengan que dar un punto en la boca (el quebrantahuesos lo
llamaban, y mira cuánto se equivocaron…); que mi silla sigue estando vacía...
¿No convendría que se callaran un poco, o que esperaran a ver qué pasa? Que
hubo uno viejo y gordo que pudo moverlo todo…
Sin
embargo, tampoco hoy quería yo hablar de mi silla vacía, que es la misma silla
vacía que todos (muchos) tenemos en casa para que se siente quien tenga que
sentarse. Hoy no quería hablar de gente pequeñita que va imponiendo condiciones
y requisitos a todo. Hoy quería hablar solo de la gente grande, de la gente
importante, de la gente que merece la pena. Gente de la que habla este señor de
la frase-cita, que dice:
«Una de
las mayores pruebas de mediocridad es no acertar a reconocer la superioridad en
los otros» (Jean Baptiste Say).
¡Hombre,
por Dios! Pero qué cosas dice Juan Bautista Dice. Eso de reconocer la
superioridad de los otros es un atraso, ¡si todos somos iguales! Además, de
tener que reconocer alguna superioridad, debería ser la mía, ¡si yo soy
insuperable, si soy el mejor, el más guapo, el más inteligente, el más rápido,
el más alto y el más listo! Vale, eres el mejor ¿entre quienes? Yo puedo
afirmar que soy el mejor entre mis compañeros de piso, pero poco más, ¿eh? Y
eso, porque vivo solo, que si no de qué. [Dialogo conmigo mismo en un párrafo corrido
y pretendo que alguien me entienda. Voy listo].
No es
época esta de ir reconociendo por ahí la superioridad de nadie. Solo cuando no
sabemos hacer algo y tenemos enfrente (casi siempre en la tele, cerveza en mano)
al campeón olímpico de la especialidad, podemos llegar a reconocer que es
superior a nosotros, pero, claro, porque se dedica a eso y entrena mucho y hace
sacrificios que nosotros no estamos dispuestos a hacer, que si no, ya vería el
mundo… Vuelta a lo mismo: cuánto nos cuesta reconocer en los demás una
superioridad.
Lo de que
alguien es más alto, todavía tiene un pase, porque cuando te pones al lado de
unonoventaicinco de tío canta mucho que eres más bajito, pero siempre puedes
acabar declamando las excelencias de la poca estatura porque así no tienes que
agacharte para entrar en los vagones de Metrosauna, por ejemplo. Claro, con lo
importante que es en la vida humana no tener que agacharse en Metrosauna… Mediocridad…
Pero no.
Me parece que lo que dice Juan Bautista Dice es que tenemos que saber reconocer
(acertar a reconocer, dice Dice) la superioridad en los otros. Dice doña RAE
que acertar es atinar, dar en el blanco (descubrir la cosa exacta en la que los
otros, cada uno de los otros, es superior a uno), hallar o encontrar (descubrir
la cosa exacta en la que los otros, cada uno de los otros, es superior a uno),
pero también es dar con lo cierto en lo dudoso, ignorado u oculto (descubrir la
cosa exacta en la que los otros, cada uno de los otros, es superior a uno), y
hallar el medio apropiado para el logro de algo. He ahí: cuando vienes diciendo
que soy superior a ti, malo, malo, es que algo quieres… ¡Que no, de verdad! Que
sólo quiero reconocer que eres superior a mí, que a ti las matemáticas se te
dan mejor que a mí, nada más.
Me he
quedado de momento en las cualidades físicas e intelectuales, pero existen unas
cualidades morales de las que todos estamos dotados, y creo que es aquí, en
este terreno, donde mejor aplicación tiene la frase de Juan Bautista Dice. Que
dice que seré mediocre, o que lo soy, cuando no acierto a reconocer la
superioridad en los otros. Cuando no soy capaz de reconocer que hay otras
personas que tienen una capacidad de sufrimiento mayor, una fortaleza mayor,
una generosidad mayor, una dedicación y una entrega mayores… que yo. Y mejor
humor también.
¿Hay
gente así? Mucha. Veo ahora mismo ante mis ojos una multitud de personas así.
Algunos son hombres, pero la mayoría, la gran mayoría, son mujeres. Sostienen
mi vida. Y me dan cien mil vueltas.
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