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Un pensamiento de Pablo Pineda


 
Tengo una silla vacía en casa. Pero no voy a hablar de eso. Hay tiempo. Y si no lo hay, mejor. Señal de que la silla se ha ocupado de nuevo. Hoy voy a hablar de algo que sucedió en Madrid el miércoles, es decir, anteayer.
 
Se presentaba en el salón de actos de Comillas, en el edificio de ICAI, un libro de la Editorial San Pablo: El reto de aprender, de Pablo Pineda. Un fuera de serie que logra todo lo que se propone y encima lo hace bien y con el reconocimiento entre admirativo y boquiabierto de todos. Con una mesa presidencial de lujo: además de Pablo, estaban Ana García-Mina, vicerrectora de Comillas, Soledad Herreros, presidenta de la Fundación Prodis, Alberto Andreu, un alto mando de Telefónica (¿qué pinta la Telefónica en esto? Mucho, cuando aparte de vender teléfonos y dar línea pone dinero, tiempo, esfuerzo y personal para muchos proyectos sociales, educativos y laborales con personas con discapacidad, por ejemplo), y Vicente del Bosque, seleccionador nacional de fútbol (¿qué pinta él en esto? Mucho, pues aparte de ser padre de un chico con síndrome de Down que es tocayo mío, pone su nombre, su bonhomía y su presencia para apoyar desinteresadamente todo proyecto e iniciativa que dé visibilidad y oportunidades a las personas con síndrome de Down y otras que, como muy bien dijeron ayer, tienen capacidades diferentes). Moderando y presentando, Luis Fernando Vílchez, que es hombre amigable, amable y culto, profesor universitario y director de la colección Psicología y Educación, la colección que más éxitos ha dado a la editorial y que, sobre todo, ha puesto en contacto a la Editorial (y a mí) con autores excelentes que son maravillosas personas y en su mayoría bellísimas mujeres (el resto de autores no es que sean feas, malpensados, es que son hombres).
 
La sala se llenó casi al completo (quedaron algunos pocos asientos sin ocupar, mejor dicho, ocupados por abrigos) para ser testigos de un acto que fue cálido, amable, ameno y sobre todo didáctico, muy didáctico. Entre el público, familiares del autor, alumnos, profesores, periodistas, escritores, personas con síndrome de Down y familiares suyos, miembros de asociaciones de Down, sacerdotes, religiosos, religiosas, sacristanes (por lo menos, por lo menos, estaba el sacristán de Nuestra Señora del Buen Suceso). Todos estaban allí para escuchar una lección magistral. 
 
Si he escrito alguna vez sobre capacidad de superación, sobre entusiasmo, sobre proponerse metas difíciles y retos aparentemente difíciles, no he dicho nada. Porque hablar de eso y no mencionar a Pablo Pineda, es no haber dicho nada. A este tío que cuando le dijeron que era Down preguntó si era tontito y decidió aprender siempre todo lo que pudiera, le ha salido redondo todo lo que se ha propuesto. Quiso estudiar y acabó siendo el primer europeo con síndrome de Down en tener una licenciatura universitaria (y está cerca de la segunda). Quiso expresar la vida de una persona Down y recibió, por hacerlo, la Concha de plata al mejor actor en el Festival Internacional de Cine de San Sebastián y fue nominado como mejor actor revelación en los Premios Goya del año 2009. ¿La película? Yo, también. Quiso reflexionar sobre lo que significa para él aprender, sobre cómo ha sido y cómo cree que deberían ser la educación y su entorno cuando se ponen ante un Down, y le ha salido un libro como El reto de aprender. Completo, redondo, atinado, útil, oportuno, personal, magnífico, interesante… Son palabras que calificaron ayer el libro, salidas de las bocas de los ponente en la mesa. Nada invento.
 
Y el currículum de Pablo, que es de por sí impresionante, no es nada. Lo que importa es verle, oírle, escucharle. Cómo mira, cómo habla, cómo maneja el humor, la ironía, el suspense…, cómo razona, cómo profundiza, cómo sintetiza…, cómo expresa, cómo permite a sus emociones acudir en avalancha y obtener de ellas siempre la adhesión del auditorio. Ayer era el protagonista indiscutible. Se le notaba. Estaba feliz, derrochaba simpatía, emoción, gratitud. Habló de su libro, de su familia, de su experiencia, de su libro. Se permitió echar un pequeño rapapolvo a un sistema universitario y a un corpus teórico de formación del profesorado que no contempla suficientemente, ni en calidad ni en cantidad, la potencialidad de la diferencia.
 
Dijo muchas, muchas frases interesantes, impactantes, merecedoras de ir saliendo, semana tras semana en este humilde blog. Me voy a quedar con una que casi, casi no voy a comentar a posteriori, porque estoy muy de acuerdo con ella. No la entrecomillo porque no estoy seguro al cien por cien de las palabras exactas, pero sí del sentido, que es lo que importa. Y si el pensamiento es libre, no siempre puede verse encerrado entre dos comillas, como si estuviera puesto en entredicho o fuera textual, o entre exclamaciones, como destacando su capacidad sorpresiva, o entre guiones, como relegándolo a la categoría del inciso. No. Este es un pensamiento sin entrecomillar porque es un pensamiento rotundo. Véase:
 
Es importante hablar de todo, mucho, y hablar sin tapujos. El silencio es el peor enemigo del niño con síndrome de Down (Pablo Pineda).
 
Estoy de acuerdo, competamente de acuerdo con Pablo. Soy hablador, y soy callado a la vez, pero siempre he pensado que es mejor hablar, y de todo, poder hablar de todo y saber hablar de todo. Claro que no se puede saber hablar de todo, por eso a veces es mejor la prudencia de callarse… o hablar preguntando, para aprender y comprender y poder, algún día, hablar también de eso que aún no sabemos…
 
Dice Pablo que el silencio es el peor enemigo del síndrome de Down. Pero no solo. El silencio, sobre todo el silencio que oculta ignorancias, miedos, vergüenzas, pudores, culpabilidades envenenadas…, es enemigo de todo, me atrevería a decir. Es mejor hablar, preguntar, dialogar, entender, razonar, aprender…
 
Una lección importante, la que recibimos el miércoles de este hombre excepcional que se llama Pablo Pineda.

 
En la foto, Vicente del Bosque charla con uno de los asistentes, al terminar el acto.
De perfil, en el lateral, un servidor.

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