Ciega hoy mi ser la noche turbulenta y clama el silencio. Esta incertidumbre, la ausencia de luces, mi sorda quejumbre, a mi espalda cargan una cruz sangrienta. ¿Estás? ¿Eres, al menos? Mi alma se enfrenta al fin y al destino: la muerte, y herrumbre grabada en el cuerpo; la vida: la cumbre de gloria y de cielo que el dolor ahuyenta. No me des, oh Padre, tan amargo trago, no me dejes solo, sin saber siquiera si estarás conmigo. Este día aciago, ¿cómo acabaría si entender pudiera que tu amor eterno vencerá al estrago de la muerte oscura? Ya pronto me espera... Termine en tu nombre, oh Dios, mi pesadumbre y hágase tu voluntad, que me alimenta.
Nacido para ofercer un Pensamiento para cada semana, con un comentario personal, diferente, quizá original, no renuncio a que vuelva a su ser. De momento, será una colección de textos y vuelcos personales de todo tipo.