Ir al contenido principal

Un pensamiento de Johann Kasper Lavater

Hola, corazones

Hoy de esos días en los que llego sin frase preparada, porque no me da la vida, y como ahora no puedo correr gracias a un interés excesivo de mis huesos por hacerse notar, pues acabo haciendo menos.

He buscado, pues, frase-cita y me he encontrado con una de Cecilia Bohl de Faber que no me ha gustado mucho, porque no sabría muy bien qué comentar. Dice doña Ceci Fernán que «¡La felicidad! No existe palabra con más acepciones; cada uno la entiende a su manera». ¿Y qué hablo yo de esto? Así que he acudido a la genial Agenda San Pablo 2011 (ya a la venta las de 2012, corra a su librería favorita antes de que se agoten) y me he encontrado con un sabio lapidario:

«Si quieres ser sabio, aprende a interrogar razonablemente, a escuchar con atención, a responder serenamente y a callar cuando no tengas nada que decir» (Johann Kasper Lavater).

Ahí es nada lo que nos recomienda Juan Gaspar Aséater. Todo un programa de comportamiento para con los demás. Veamos.

Lo primero que dice es que si queremos ser sabios debemos aprender. Obvio, ¿no? Entraremos luego en eso de querer ser sabios, que no estoy yo muy seguro de que haya mucha gente que quiera serlo, con lo fácil que es ser un suave y tierno norit. Pero sin duda, si queremos ser sabios debemos aprender. Quizá no es tan necesario aprender a recitar los reyes godos, o las cabezas de partido judicial de Cantabria, o los países de la ONU por orden alfabético, como aprender a pensar. Y como dice Juan Gaspar, aprender a dialogar.

«Interrogar razonablemente». Interrogar, que es preguntar, inquirir (es decir, «indagar, averiguar o examinar cuidadosamente algo», y «hacer una serie de preguntas para aclarar un hecho o sus circunstancias». Es decir, que no es sólo preguntar, sino hacerlo con doble finalidad; averiguar y aclarar. Y además hemos de hacerlo razonablemente. Pues anda que no hay veces que hacemos preguntas que no van a ningún lado, que no nos sirven para averiguar ni aclarar nada y que no tienen ninguna razón de ser. Punto que debemos corregir. Si queremos ser sabios. Que debo corregir. Si quiero ser sabio.

«Escuchar con atención». Ahí me las han dado todas. Si yo soy de los que se distrae en cuanto pasa alguien por detrás o cambia el color dominante de la imagen que está emitiendo la tele y que veo por el rabillo del ojo; si me entero más de la conversación de los del otro lado de la barra que de lo que me estás diciendo delante de tu cerveza; si ando pensando en qué te voy a contestar antes de que me digas lo que deseas decirme; si necesito cambiar de tema de conversación cada poco rato porque así no se nota que no sé de nada. Escuchar con atención. ¿Seré capaz de hacer propósito de enmienda? Uf. Si quiero ser sabio, claro.

«Responder serenamente». A ver, Juan Gaspar, mira, bonito: yo siempre, pero SIEMPRE, ¿eh?, fíjate bien lo que te digo, ¡¡¡SSSIIIEEEMMMPPPRRREEE!!! respondo con serenidad, con mucha serenidad, pero con muchísima serenidad, vamos, hombre, hasta ahí podíamos llegar... Si en lo de escuchar con atención me han puesto un Necesita Mejorar, en esto de responder serenamente creo que me van a hacer repetir curso…, y van cuarenta y cuatro cursos repetidos. Todo esto, claro, si quiero ser sabio.

«Callar cuando no tengas nada que decir». Vaya por Dios. ¿Esto también, Juan Gaspar? Entonces, ¿tengo que cerrar el blog? Mira que si te hago caso voy a ser el tío más silencioso de España.

Claro que todo esto que nos/me (no quiero obligar a nadie a seguir los consejos de este buen hombre) recomienda Juan Gaspar es si queremos ser sabios. Y yo no estoy muy seguro aún de querer ser sabio. Me parece un programa de aprendizaje muy duro, muy difícil, muy largo. Y con los programas tan chulos que te ponen en la tele...

En fin, que estoy tan irónico conmigo mismo que me lo voy a acabar creyendo. Voy a empezar por hacer caso a este docto caballero y, empezando por el final de su frase-cita, voy a callarme y a despedirme hasta nueva ocasión.

Pero antes, quiero mandar un beso a la doble de Kate Blanchett, que hoy cumple años.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Un pensamiento de Arthur Schopenhauer

Buenos días, queridos amigos. La semana ha sido intensa, amén de tensa. La crispación ha estado rondándome a diario, mañana, tarde y, sobre todo, noche en forma de contracturas, carencia de relajación muscular (¿pero, de verdad tengo músculos?, no sabía) y dificultad de conciliar el sueño. Factores varios han hecho posible tal convergencia de calamidades sobre mi cuello. El menos importante, quizá, es el que va a dar pie a la reflexión de hoy, debido a que ha sido recurrente hasta alcanzar un elevado grado de pesor. Me explico: veo poco la televisión, pero cuando lo hago, aunque no quiera, aparece cierto personaje femenino, con cara de arenque ahumado pasado de fecha y un carácter que nunca ha conocido virtud alguna, lanzando burdeces por su orificio bucal. Y mi pregunta siempre ha sido: ¿qué tiene esta tipa para salir a todas horas, todos los días, en todos los programas y revistas de zafiedad (antes sociedad)? Una respuesta podría ser «dinero y desvergüenza», y quizá esa sea la respu...

Si amas a Dios, de Amado Nervo

Este es uno de los más hermosos poemas en prosa de Amado Nervo; pertenece a su obra Plenitud. Si amas a Dios, en ninguna parte has de sentirte extranjero, porque Él estará en todas las regiones, en lo mas dulce de todos los paisajes, en el limite indeciso de todos lo horizontes. Si amas a Dios, en ninguna parte estarás triste, porque, a pesar de la diaria tragedia Él llena de jubilo el Universo. Si amas a Dios, no tendrás miedo de nada ni de nadie, porque nada puedes perder y todas las fuerzas del cosmos, serían impotentes para quitarte tu heredad. Si amas a Dios, ya tienes alta ocupación para todos los instantes, porque no habrá acto que no ejecutes en su nombre, ni el mas humilde ni el mas elevado. Si amas a Dios, ya no querrás investigar los enigmas, porque lo llevas a Él, que es la clave y resolución de todos. Si amas a Dios, ya no podrás establecer con angustia una diferencia entre la vida y la muerte, porque en Él estás y Él permanece incólume a través de todos los cambios.

Un pensamiento de Mario Vargas Llosa

Hola, corazones. Me gusta la gente que cuando recibe la noticia de que se le ha concedido un premio, muestra su alegría, su sorpresa y su satisfacción por partes iguales, sin ese extraño temor a que te critiquen, sin ese esnobismo de intelectual progre o simplemente rarito que ha motivado que muchos otros hayan aceptado el premio profiriendo previamente alguna grosera boutade . Olé, pues, por Mario Vargas Llosa , que exulta. Con los Nobel me suele ocurrir, además, que mis vírgenes oídos en el vasto territorio de la literatura mundial jamás hayan oído pronunciar el nombre del ganador (Hertas, Jelineks, Koetzees o como se llamen han sido para mí absolutamente ajenos), o que, incluso habiendo leído alguna excelente obra del premiado, su persona me caiga redonda, gorda o rematadamente mal (si digo sus nombres, alguno me crucificará, pero si son excelentes La colmena o La balsa de piedra , por ejemplo, no lo son tanto los gases de cuerpo y mente que en ocasiones sus autores han desprendido...