Hola, corazones.
Hoy tengo el día libre porque me voy de excursión cultural. He madrugado menos, como habréis podido comprobar los lectores más fieles y puntuales, pero tampoco puedo demorarme, pues antes de salir he decidido dejar una serie de cosas arregladas; cosas de esas que siempre da pereza hacer, sobre todo cuando hace mucho calor, como la plancha (demos cabida, ¿por qué no?, a las cosas mundana y cotidianas en este espacio de, llamémosle así, "pensamiento entre comillas"). Así que seré breve. Que, además, escribo desde casa, y por una extraña razón que desconozco y que atribuyo a los insondables misterios de la Santísima Informática, la inestimable ayuda del control ce control uve para incorporar textos no tiene ejecución posible.
Hoy mi frase la da Proverbia.net, en su envío diario de hoy mismo, y es de un gran pensador, filósofo y escritor. Sus Pensées han dado nombre a muchas, muchas obras, opúsculos y bloguecillos. Dice así:
Dos excesos: excluir la razón, no admitir más que la razón (Blaise Pascal).
Cuán cierto es lo que dices, querido amigo Blas Pascual (rotunda la traducción de tu nombre, ya que si popularmente Blas habla y a continuación se pone punto redondo, también se ve la cigüeña, y la cigüeña trae noticias pascuales, de vida, de primavera, de resurrección; ¿algo merece mayor punto redondo, y boca cerrada, que la afirmación de la vida?).
Bien, querido Blas Pascual. Hablas propiamente cuando relacionas el exceso con el uso, o desuso, de la razón como único factor para el pensamiento, la acción, la toma de decisiones, etc. Tomaré un único ejemplo, que viene al pelo en el día de hoy, ya que este fin de semana se celebra el fin de la histeria colectiva mundial, sobre todo aquí, en este querido país que algunos aún se empeñan en llamar España, y no Fragmentaria, o Taifalandia (juego de palabras barato: si el reino es Taifalandia, ¿el rey tendría que llamarse Bufamibol? Suena a antibiótico, ¿no?).
Tomemos como base unas declaraciones de un amigo mío, que ha dejado colgado en su muro de facebook la siguiente frase: "No pienso volver a comer pulpo nunca más". Todo por que hay cierto animal que tiene por costumbre comerse sólo un mejillón cuando en la "mesa" le ponen dos, cada uno bajo la bandera de un país. Mucha gente piensa que el animal es una especie de pitoniso, o una sibila, si fuera pulpa, aunque llamándose Paul parece más bien un adivino sin túnica ni gafas estrambóticas pero con harto movimiento de brazos. Está claro que quien así piensa ha excluido la razón de su compañía inmediata, al menos. Porque, veamos, ¿qué es lo que hace que un pulpo sólo se coma un mejillón cuando tiene dos delante? ¿Que no tiene apetito? (¿desde cuándo uno de los animales más voraces del mar duda, o se pone a dieta, o razona como un lector/a del Comer Sano)? ¿Que una de las jaulas está cerrada(con ocho brazos pocas jaulas se le resisten al animal)? ¿Que uno de los mejillones tiene peor aspecto? (igual es eso: yo, por ejemplo, que soy muy tiquismiquis, sólo como mejillones cuando estos son bonitos, lustrosos, tersos y de aspecto impecable, guapos, vamos).
Está claro que mi amigo, que estoy seguro de que volverá a comer pulpo en cuanto tenga delante un buen plato, excluyó demasiado pronto la razón. Pero tampoco hay que hacer lo contrario y dar pie sólo a la razón en una discusión de este tipo. Porque entonces, no habría entretenimiento, no habría sonrisillas, no habría distracciones, no tendríamos en qué ocupar el tiempo. ¿En qué nos íbamos a ocupar de partido en partido (sí, yo, yo mismo, estoy hablando de fútbol), en las sesudas opiniones de los inteligentísimos y preparadísimos comentaristas y asesores?, ¿en las divertidas aportaciones de algunos, ocupados en humillar (y siguen escudándose en que son divertidos y tienen libertad de expresión, cuando hasta los embajadores tienen que ir después a fregar la cagada que han ido dejando esparcida en el suelo anfitrión) a mendigos, niños, pobres y demas "gente de esa que no importa"?, ¿en lo importante que es para los millonarios tener o no tener sexo antes o después de los partidos? (durante lo excluimos, a no ser que los continuos tocamientos de culo que se hacen unos a otros se puedan llamar sexo). Un poco de alegría, y demos margen al pulpo para que nos chafe la porra y modifique las apuestass, que los trileros también tienen derecho a ganarse el pan (con el sudor de la frente de los millonarios).
En fin, queridos, que con pulpo o sin él, con razón y con ilusión, y con sentimientos y con bobadas (por ejemplo, me gusta mucho más una princesa rellenita, saludable y sonriente que una escuchimizada subida a unas alzas imposibles y con los huesos marcados, pero también me gusta más un príncipe alto y esbelto, como en los cuentos, que uno con la cara redondita, como un Gouda), entreguémonos esta semana al juego de la razón sin razón y animemos todos a esa actriz comunista, digo, a esa selección de fútbol.
Y que gane el mejor. Y que el mejor sea...
Hoy tengo el día libre porque me voy de excursión cultural. He madrugado menos, como habréis podido comprobar los lectores más fieles y puntuales, pero tampoco puedo demorarme, pues antes de salir he decidido dejar una serie de cosas arregladas; cosas de esas que siempre da pereza hacer, sobre todo cuando hace mucho calor, como la plancha (demos cabida, ¿por qué no?, a las cosas mundana y cotidianas en este espacio de, llamémosle así, "pensamiento entre comillas"). Así que seré breve. Que, además, escribo desde casa, y por una extraña razón que desconozco y que atribuyo a los insondables misterios de la Santísima Informática, la inestimable ayuda del control ce control uve para incorporar textos no tiene ejecución posible.
Hoy mi frase la da Proverbia.net, en su envío diario de hoy mismo, y es de un gran pensador, filósofo y escritor. Sus Pensées han dado nombre a muchas, muchas obras, opúsculos y bloguecillos. Dice así:
Dos excesos: excluir la razón, no admitir más que la razón (Blaise Pascal).
Cuán cierto es lo que dices, querido amigo Blas Pascual (rotunda la traducción de tu nombre, ya que si popularmente Blas habla y a continuación se pone punto redondo, también se ve la cigüeña, y la cigüeña trae noticias pascuales, de vida, de primavera, de resurrección; ¿algo merece mayor punto redondo, y boca cerrada, que la afirmación de la vida?).
Bien, querido Blas Pascual. Hablas propiamente cuando relacionas el exceso con el uso, o desuso, de la razón como único factor para el pensamiento, la acción, la toma de decisiones, etc. Tomaré un único ejemplo, que viene al pelo en el día de hoy, ya que este fin de semana se celebra el fin de la histeria colectiva mundial, sobre todo aquí, en este querido país que algunos aún se empeñan en llamar España, y no Fragmentaria, o Taifalandia (juego de palabras barato: si el reino es Taifalandia, ¿el rey tendría que llamarse Bufamibol? Suena a antibiótico, ¿no?).
Tomemos como base unas declaraciones de un amigo mío, que ha dejado colgado en su muro de facebook la siguiente frase: "No pienso volver a comer pulpo nunca más". Todo por que hay cierto animal que tiene por costumbre comerse sólo un mejillón cuando en la "mesa" le ponen dos, cada uno bajo la bandera de un país. Mucha gente piensa que el animal es una especie de pitoniso, o una sibila, si fuera pulpa, aunque llamándose Paul parece más bien un adivino sin túnica ni gafas estrambóticas pero con harto movimiento de brazos. Está claro que quien así piensa ha excluido la razón de su compañía inmediata, al menos. Porque, veamos, ¿qué es lo que hace que un pulpo sólo se coma un mejillón cuando tiene dos delante? ¿Que no tiene apetito? (¿desde cuándo uno de los animales más voraces del mar duda, o se pone a dieta, o razona como un lector/a del Comer Sano)? ¿Que una de las jaulas está cerrada(con ocho brazos pocas jaulas se le resisten al animal)? ¿Que uno de los mejillones tiene peor aspecto? (igual es eso: yo, por ejemplo, que soy muy tiquismiquis, sólo como mejillones cuando estos son bonitos, lustrosos, tersos y de aspecto impecable, guapos, vamos).
Está claro que mi amigo, que estoy seguro de que volverá a comer pulpo en cuanto tenga delante un buen plato, excluyó demasiado pronto la razón. Pero tampoco hay que hacer lo contrario y dar pie sólo a la razón en una discusión de este tipo. Porque entonces, no habría entretenimiento, no habría sonrisillas, no habría distracciones, no tendríamos en qué ocupar el tiempo. ¿En qué nos íbamos a ocupar de partido en partido (sí, yo, yo mismo, estoy hablando de fútbol), en las sesudas opiniones de los inteligentísimos y preparadísimos comentaristas y asesores?, ¿en las divertidas aportaciones de algunos, ocupados en humillar (y siguen escudándose en que son divertidos y tienen libertad de expresión, cuando hasta los embajadores tienen que ir después a fregar la cagada que han ido dejando esparcida en el suelo anfitrión) a mendigos, niños, pobres y demas "gente de esa que no importa"?, ¿en lo importante que es para los millonarios tener o no tener sexo antes o después de los partidos? (durante lo excluimos, a no ser que los continuos tocamientos de culo que se hacen unos a otros se puedan llamar sexo). Un poco de alegría, y demos margen al pulpo para que nos chafe la porra y modifique las apuestass, que los trileros también tienen derecho a ganarse el pan (con el sudor de la frente de los millonarios).
En fin, queridos, que con pulpo o sin él, con razón y con ilusión, y con sentimientos y con bobadas (por ejemplo, me gusta mucho más una princesa rellenita, saludable y sonriente que una escuchimizada subida a unas alzas imposibles y con los huesos marcados, pero también me gusta más un príncipe alto y esbelto, como en los cuentos, que uno con la cara redondita, como un Gouda), entreguémonos esta semana al juego de la razón sin razón y animemos todos a esa actriz comunista, digo, a esa selección de fútbol.
Y que gane el mejor. Y que el mejor sea...
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