(Tengo una compañera a la que le llevan los demonios cuando lee este saludo; no sé si cambiarlo para que no sufra o dejarlo más largo…).
Tengo sueño, mucho sueño. Anoche, a eso de las tres y media, se oyó en el piso de arriba, justo encima de mi dormitorio, un «¡Venga ya, hombre!», seguido de un montón enorme de golpes de todo tipo, sonoridad e intensidad. Una pelea en toda regla, vamos, que me tuvo despierto al menos un par de horas. Esto, unido al cansancio acumulado de todo el año me obliga a reconocer mi sueño y a continuación a gritar con alborozo: «¡Han llegado por fin las este año muy esperadas y muy merecidas vacaciones!».
Esto significa, entre otras muchas cosas, que no vais a tener que soportar más comeduras de tarro de este servidor hasta, D.m., septiembre, en que volveré a las andadas si nadie lo evita.
Dicen que en momentos como estos (el comienzo de las vacaciones, la transición de un año a otro, un cambio de estado…) es bueno hacer balance, sopesar tus acciones, calibrar las reacciones, reflexionar y recapacitar para retomar la dirección correcta en una nueva toma de decisiones… Paso. Estoy muy cansado y me voy de vacaciones, no pienso hacer nada. Ni siquiera la maleta (la hice ayer, jejé).
Hablando de maletas, encontré un pensamiento invitativo o recomendatorio que viene muy bien para la ocasión.
«Cuando se hacen las maletas se debe tener un espíritu abierto a todas las sorpresas, a no fatigarse, a no ser caprichosos, a comer bien y a beber mejor» (Francisco Nieva).
Cuando se hacen las maletas… ¿Y luego ya no? Porque, vamos a ver, yo, que hice la maleta ayer, ¿ya no debo tener ese espíritu abierto a las sorpresas?; ese espíritu, ¿debe quedar limitado a la sorpresa de encontrarte con que el polo rojo está en el cubo de la ropa para lavar y que, por consiguiente, no te lo puedes llevar?, ¿o que no puedes llevarte las chanclas porque ya has metido tal número de zapatos que no tienes días para usarlos todos?
Imagino que PacoSnows se refiere no sólo al momento concreto en el que uno se pone a hacer la maleta, sino también a los momentos previos, de profunda e importantísima reflexión (cuántos días me voy, adónde, qué tiempo hace allí, qué actividades variadas voy a desarrollar, de cuánto espacio dispongo en la maleta…) y, como mínimo, a los inmediatamente posteriores, imprescindibles para una buena recapitulación (¿he metido el cepillo de dientes?, ¿cuántos pares de calcetines llevo? ¡no me habré olvidado el bañador!, ¿va el pijama?...).
Intuyo más aún: PacoSnows habla de hacer las maletas, pero se refiere a todo el proceso del viaje vacacional: maleta, desplazamiento, realojamiento, disfrute de la estancia… Así y sólo así se comprende que relacione las maletas con el comer bien y mejor beber…
Lo que me llama la atención de la frase-cita de PacoSnows es la diversidad de recomendaciones morales que hace: invita, primero, a tener «un espíritu abierto a todas las sorpresas», es decir, invita a la tolerancia, a la curiosidad, a mantener despierta la inteligencia, a la capacidad de aventura, de adaptación… Después, procede a recomendar «no fatigarse», esto es, aconseja prudencia, mesura, comedimiento en el uso de las propias fuerzas, tranquilidad y cuidado ante un posible desgaste neuronal. En tercer lugar, invita a «no ser caprichosos», algo que enlaza con lo anterior en lo que se refiere a la mesura, pero que también puede verse como una invitación al autogobierno, por un lado, y a la generosidad, por otro. Por último, invita «a comer bien y beber mejor». Sí, de alguna manera vuelve la mesura, la moderación (los excesos en la comida o en la bebida no son recomendables), pero también invita al disfrute, al gozo de los placeres que se nos dispensan, a la satisfacción del cuerpo.
¿Serán, pues, unas buenas vacaciones aquellas que se disfrutan con mente abierta, prudencia, moderación, generosidad y satisfacción del cuerpo? Hummm. Me gusta lo que dice PacoSnows (bueno, lo que yo quiero que diga su frase-cita, mejor…).
Por mi parte, estoy dispuesto a aceptar del mejor grado posible las sorpresas que mis vacaciones me deparen (conocer gente, conocer lugares…); a descansar y a no hacer ejercicios ni físicos ni mentales que me fatiguen lo más mínimo; a ser generoso y no cicatero, y a ser respetuoso con la voluntad de quien esté conmigo; y desde luego, a comer bien (bonito, rabas, sardinas, cocido montañés; sobaos…) y a beber bien (lo que se tercie según el momento del día).
Felices vacaciones a todos.
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